El consumo anual promedio de papel es de 48kg por persona, a nivel mundial. En USA es de 334kg.
El 35% de todos los árboles talados se utilizan para la producción de papel.
La forma de trabajar que venimos desarrollando desde hace décadas va íntimamente ligada al uso del papel como herramienta indispensable para informes, contratos, pedidos, albaranes, comunicaciones, facturas, etc. o incluso solo para la copia y el cotejo de datos.
De hecho, resulta muy complejo para las generaciones que no son nativas digitales, e incluso para estas, abandonar el uso del papel, no solo en forma de documentos, sino como medio para pensar, planificar y transmitir ideas a otros.
Existe gran cantidad de ofertas de softwares en el mercado que están ayudando a la reducción del uso del papel, haciendo que este quede en desuso. Hay varios productos que mejoran la experiencia de escritura a nivel utilidad, sobre todo en lo que se refiere a la reubicación de lo escrito, copiar y pegar contenido, cambios de tamaño, etc. que se realizan de forma natural y en tiempo real.
Para muchas empresas supone un coste importante el uso de papel y tinta. Dicho coste no se verá reducido hasta que sus sistemas de trabajo no se adapten al uso de softwares y herramientas digitales que les ayuden a sustituir el viejo modelo.
Nuestra visión en este asunto es que, efectivamente, seguiremos usando la escritura manual a lo largo de bastantes años, puesto que es una forma natural de comunicarse y expresar ideas para aquellos que han recibido una formación basada en esos métodos.
Sin embargo, en más del 90 % de los casos que hemos estudiado, se puede prescindir totalmente del uso del papel. Para poder conseguir esto hay que utilizar los medios tecnológicos disponibles: portátiles, tablets y móviles, en los que se puede escribir y tomar notas sobre documentos escritos, dobles pantallas en los ordenadores de sobremesa, pizarras digitales, etc.
Pero no se trata tan solo de cambiar la forma en la que interactuamos, la clave está en que esos elementos digitales que vamos creando se conviertan en elementos “vivos” que se puedan relacionar con otros, convirtiéndose los datos que contienen en dimensiones que, a su vez, generan información útil para el resto de usuarios.
Por ejemplo, las notas que se toman en una reunión por varios miembros de la empresa quedarán vinculadas y los objetivos y tareas que salgan de dicha reunión estarán a disposición de la dirección y de los participantes de la misma. Los comentarios realizados sobre un contrato en formato digital serán notificados de forma automática al responsable de la validación final de dicho documento y así hay un millón de ejemplos de utilidad.
La clave para esta migración a digital está, por supuesto, en la aparición y extensión del hardware adecuado, pero también en los cambios organizativos que permitan adaptarse, sobre todo que el proceso merezca la pena para el usuario por aportarle un valor añadido que con la sola digitalización puede no percibir. Este valor pasa por la integración automática del mismo en nuestros procesos de gestión.